Cuando llegué a MirAndes, llegué con culpa ya que sentía que le estaba quitando la opción de tratamiento a alguien que estuviera peor que yo. Después sentí miedo, miedo de acostumbrarme y no quererme ir y volver a mi realidad. Sin embargo, a medida que me iba a acostumbrando, iba aprendiendo tanto de los talleres, como de las experiencias de otros pacientes, y sin darme cuenta me hacía más fuerte y comencé a ver con otros ojos mi realidad. Hoy me voy con pena al pensar que el lunes no voy a volver, pero feliz de saber que llegó mi momento y estoy libre para usar todo lo que he aprendido, para salir adelante en mi mundo.